Una de las sustancias más importantes para el organismo es el agua. A menudo olvidada el agua es, con enorme diferencia, el componente mayoritario del cuerpo humano. Es imprescindible para el óptimo funcionamiento de numerosos procesos del organismo.
La cantidad de agua corporal se debe mantener constante para que todas estas funciones corporales se realicen en las mejores condiciones posibles. No obstante, este equilibrio es complejo. El organismo pierde agua por diferentes vías a lo largo de cada jornada. Así, se elimina líquido al orinar, al defecar, en el sudor e incluso, al respirar. En este sentido, los niños y adolescentes con diabetes deben tener especial precaución ante dos situaciones muy habituales en su día a día:
Actividad física. La práctica de deportes o el aumento de actividad física en forma de juegos o actividades al aire libre incrementa la tasa de eliminación de agua. Esta no solamente se pierde en forma de sudor, sino que en muchos casos se da como evaporación, la cual es menos perceptible y no se asocia a la necesidad de beber líquido.
Hiperglucemia. Los valores aumentados de glucosa en sangre son eliminados de forma parcial por la orina. Esta glucosa excretada se acompaña de grandes cantidades de agua para formar la orina. En consecuencia, la hiperglucemia mantenida incrementa el riesgo de deshidratación.
Estas pérdidas de agua corporal se deben compensar de forma constante mediante su ingesta, tanto de agua en alimentos sólidos como en líquidos. Para ello, es recomendable la inclusión en la alimentación habitual de alimentos ricos en agua, como frutas y verduras, así como mantener un correcto aporte de líquidos. Según la pirámide de hidratación saludable de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), las bebidas se podrían clasificar en 4 niveles, según su conveniencia en el consumo diario.
Así, en los niveles básicos de la pirámide se encuentran las bebidas que se deben tomar de forma más habitual. Este grupo lo forman todo tipo de aguas, desde las de manantial, las minerales o incluso la del grifo. Según los informes publicados por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, el agua corriente (agua del grifo) puede considerarse de buena calidad, no contiene microorganismos patógenos ni contaminantes a niveles capaces de afectar adversamente la salud de los consumidores.
Además del agua, en estos niveles básicos se encuentran todas aquellas bebidas sin aporte de azúcares ni calorías. Este es el caso de las bebidas refrescantes sin azúcar, light o cero, bien sean bebidas de cola, de sabores u otras con sabores especiales como las de sabor a base de té (desteínadas). Esta es una buena alternativa para la mejor hidratación de niños y adolescentes cuando no les apetece el agua sola.
No obstante, en niños y adolescentes, las bebidas que contienen cafeína deberían restringirse, no solamente por el efecto que producen sobre el sistema nervioso central, sino también porque la cafeína tiene un reconocido efecto diurético, es decir, aumentaría el riesgo de deshidratación.
En el tercer nivel de esta pirámide se encontrarían las bebidas que además de agua aportan una cierta cantidad de nutrientes, como vitaminas, minerales o también pequeñas dosis de hidratos de carbono. En este punto se deberá distinguir entre las bebidas según su efecto sobre la glucemia. Por un lado, encontramos aquellas bebidas con alto contenido en vitaminas y minerales pero poco efecto glucémico, como zumos o caldos de verduras. Su riqueza nutricional es alta, mientras que el contenido en hidratos de carbono es bajo, habitualmente por debajo de 3g. por cada 100ml. de bebida. Por otro lado, encontramos las bebidas con un contenido en hidratos de carbono algo más elevado (entre el 3-6%), el cual implica un efecto directo sobre la glucemia que debe ser tenido en cuenta al programar las dosis de insulina. En este caso, están los zumos de frutas (naturales o comerciales), la leche y bebidas lácteas y las bebidas para deportistas.
En el cuarto nivel se encuentran las bebidas refrescantes que contienen azúcares o fructosa. Se trata de bebidas a base de agua y azúcares, por lo que el efecto sobre la glucemia es rápido. Suelen utilizarse para el tratamiento de la hipoglucemia o asociadas a la práctica de ejercicio físico o deportes.
Como norma general, en adultos se recomienda una ingesta de unos 10 vasos de líquidos diarios, es decir, entre 1,5 y 2 litros diarios. En niños y adolescentes, esta cantidad debe adaptarse según la edad.
Rango de edad
Ingesta diaria total recomendada de agua
Bebés:
0-6 meses
680 ml/día o 100-190 ml/kg/día. A partir de la leche materna
6-12 meses
0.8-1.0 l/día. A partir de la leche materna y alimentos y bebidas complementarias
1-2 años
1.1-1.2 l/día
Niños:
2-3 años
1.3 l/día
4-8 años
1.6 l/día
Adolescentes:
9-13 años – Niños
2.1 l/día
9-13 años – Niñas
1.9 l/día
14-18 años- Niños
2.5 l/día
14-18 años – Niñas
2.0 l/día
Adaptado de: EFSA Panel on Dietetic Products, Nutrition, and Allergies (NDA); Scientific Opinion on Dietary reference values for water. EFSA Journal 2010; 8(3):1459. [48 pp.]. doi:10.2903/j.efsa.2010.1459. Disponible desde internet en: www.efsa.europa.eu
Esta cantidad de líquido recomendado debe ser superior en aquellos que practican ejercicio físico de forma habitual o durante la época veraniega. Así, la actividad deportiva intensa bajo temperaturas elevadas puede elevar las necesidades de líquido hasta los 8-10 litros diarios.
La humedad baja o ambiente seco facilita la pérdida de líquidos aunque la sudoración no es visible. En los casos de humedad alta, las gotas de sudor no se evaporan y resbalan por el cuerpo, lo cual indica una termorregulación inadecuada que merece especial atención.
Es necesario insistir en que niños y adolescentes beban de forma regular, incluso antes de tener sed. Cuando aparece la sensación de sed, ya existe un cierto grado de deshidratación. Es aconsejable mantener las bebidas a temperatura moderada pues si están muy frías o muy calientes se suele beber menos cantidad.